martes, 11 de noviembre de 2014

TP12 - PICNICRONICA - SCHWARZSTEIN

   Una esquina para transformar la sociedad

En la esquina de Cerrito y Corrientes lo único que podía apreciarse a la vista eran montañas de basura. Basura que estaba desparramada por toda la vereda teniendo a tan sólo centímetros un contenedor. Hasta que en febrero, uno de los vecinos dijo basta. -  (Schwarztein)




Ese vecino es Miguel Macri, quien trabaja en la droguería que posee su padre, situada en esa misma esquina. Un hombre con siete perros y grandes convicciones que se propuso una meta y efectivamente, lo consiguió. Comenzó removiendo toda la basura, luego mandó a hacer un banco de plaza, el cual pintó efusivamente con los colores de los pueblos originarios de nuestra región, plantó árboles, pegó carteles y hasta tiene una mini-librería comunitaria para quien quiera utilizarla, cuyo única regla es: “Si llevás un libro, dejá uno para los demás”. El resultado de todo su esfuerzo y sus acciones es un pequeño descanso peatonal, que el mismo se encargó de llamar “Roña, un campeón”. ¿Roña Castro? Ni cerca, Roña es el perro de Macri, que hasta hace poco era callejero. “Vivía en la calle, lo metí en la droguería y ahora es el dueño de la esquina”, enfatizó.

Pero no fue tan fácil comenzar con el proyecto: “Lo clásico es decir que te va a ir mal”, afirma Miguel, “Esa librería, ninguno me dijo que me iba a durar”. “El loco” recuerda que sus vecinos no le veían futuro a su iniciativa por transformar la esquina. “La gente siempre te busca la quinta pata al gato, siempre te dice que algo no está bien. […] Si uno hace algo, se equivoca, pero si uno no hace nada, se esconde y se lava las manos”. Macri mantiene firmemente su idea de que uno debe tomar acción para que las cosas cambien para bien, y siempre, teniendo en cuenta un factor fundamental: “La solidaridad se malinterpreta, se cree que es siempre dar, dar y dar, y no es así. La solidaridad es mucho más amplia, te permite sentirte bien con vos mismo, tratando de que el vecino, el pariente, un desconocido pase un buen momento”.

La idea de la pequeña placita que decora la esquina es que los pasantes puedan tomarse un descansito, detenerse un rato a mirar alrededor, de contemplar el arte que los rodea, de darse cuenta de lo que se pierde, porque, como dijo Miguel, “la vida es demasiado acelerada últimamente”. Y así fue. A medida que el parador iba creciendo en tamaño, también en popularidad. Ahora los vecinos se detienen, se sientan a leer, e incluso se acercan a proponer ideas para un pequeño espacio que se espera que siga creciendo: “Uno de los vecinos me comentó la idea de poner una rayuela”, comenta Macri, y agregó: “Ahora hice hacer una glorieta […] para recordar con nuestros abuelos iban debajo de la glorieta para darse algún que otro beso”. Ya es notable el crecimiento del descanso en tan sólo unos meses y aun así, sigue surgiendo un proyecto tras otro. Todos lo quieren ver crecer.

La esquina pasó de ser “un basurero” como Miguel lo describió a ser un lugar fantástico de descanso y reflexión, y todo gracias a la iniciativa de una sola persona, un solo hombre con la voluntad necesaria para llevar sus ideas y pensamientos a la acción. “La vida simplemente es fácil, no hay que complicársela con cosas raras, creyendo que me van a dar plata para vivir, que me va a caer todo de arriba. […] Tengo que hacerlo yo, debo y necesito mostrar mi capacidad. Para eso es la actitud, la pasión, y eso es lo que yo puse en la esquina”. Las enseñanzas de “El loco” se ven reflejadas en su trabajo. Un trabajo que dio sus frutos y que, ahora, es de todos los vecinos para disfrutar.

Schwarzstein

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